La crisis de 1965

La crisis azucarera de mediados de la década del sesenta tuvo un impacto nacional. La envergadura de esta era tal que los industriales suspendieron el pago de los salarios obreros, también se suspendió el pago a los cañeros y las deudas contraídas con el estado no podían ser saldadas. Esto llevo a que algunos ingenios suspendieran la zafra. Todo esto llevo a que otras actividades económicas, hasta el estado provincial mismo, también sintieran los efectos de la crisis. La FOTIA y las organizaciones de cañeros reclamaban que esta situación debía ser considerada como un problema nacional. Consideraban que se debía tomar medidas contra los monopolios, realizar una reforma agraria con sentido social, como así también, que era necesario tomar posesión de ingenios o algunos otros medios de producción que vaya en contra de los intereses nacionales o de derechos de los obreros y de la sociedad en su conjunto. También reclamaba una mayor participación de los trabajadores.
A todo esto, se sumo el plan de lucha elaborado por la FOTIA, la CGT y o cañeras (UCIT). Este plan incluía concentraciones, marchas y toma de ingenios. El mensaje de estas acciones hacia la sociedad en su conjunto desde el espacio obrero, era que estas eran en nombre del bienestar de toda la provincia y en beneficio del pueblo. Por otro lado el sector empresario reclamaba que se tomaran medidas tendientes a pacificar la situación y normalizar la industria, pero su mensaje no coincidía con el de los trabajadores. Siempre estaba distante.En estas circunstancias se produce la muerte de un obrero del ingenio Bella Vista, la cual fue detonante de una serie de protestas que incluyo un funeral multitudinario en la ciudad capital frente a la casa de gobierno. Ese año también se produjo una marcha de trabajadores que termino en un acto.
En la misma se estima que participaron más de 15.000 personas. A pesar que la FOTIA obtuvo el apoyo de partidos políticos para logra una ley que reactualizara la ley sobre expropiación, incautación y/o intervención de fábricas azucareras, no se avizoraba una solución de fondo a la cuestión salarial. Esto hizo que el año 66 se iniciara nuevamente con protestas. Una revista comentaba: “la toma de los ingenios, desde sus orígenes, obedece a la mayor crisis económica que haya sufrido la provincia.
Pero también, no es menos cierto que esta situación desnuda vicios en la administración provincial y en el manejo que realizan los industriales azucareros… esto alarma mucho las autoridades nacionales…”La presidencia de Illia toma medidas que agudizaron la crisis. La CART y la Federación Económica de Tucumán (FET) emitieron declaraciones públicas de rechazo a estas medidas, a instancias de la FOTIA se creó una Comisión Pro-Congreso en Defensa de la Economía Tucumana, con la intención de articular un movimiento de oposición provincial a las medidas del gobierno.
La FOTIA inició la campaña para sumar al Congreso programado para el 20 de abril a la mayoría de las entidades representativas de la sociedad civil. Aunque los sindicatos dialoguistas (respondían al vandorismo) y las entidades empresarias no concurrieron, el Congreso comenzó sus deliberaciones con la adhesión del resto de las organizaciones provinciales comprometidas.
Este Congreso anunció, además de un plan de lucha, un manifiesto que exigía a la Nación la “inmediata derogación de la legislación sobre la limitación de la zafra 1966” y se retomaban los principios y demandas ya expresados por la FOTIA y la UCIT. Este documento también remarcaba la necesidad de dar respuesta a los problemas de los sectores populares tucumanos (planes de vivienda y sanidad pública, obras de infraestructura, reforma del Código Tributario, disponibilidad de créditos para centros vecinales, mejoras en el sistema educativo), y en definiciones políticas más específicas (elección directa del gobierno de las comunas rurales, por ejemplo). El 28 de junio del 66, se produjo la autodenominada “Revolución Argentina”, impulsando como presidente de la República a Onganía. Este cambio, con motivo de la grave crisis que reinaba, trajo una esperanza a los distintos sectores de la provincia. Pero a pesar de sus promesas de ayudar a Tucumán el ministro de economía Néstor Salimei, el 21 de agosto anunció la intervención, cierre y desmantelamiento de 7 ingenios azucareros. Estas medidas fue un duro golpe para la provincia en su conjunto.Estas tenían como objetivo racionalizar y diversificar la industria local. Este programa implicaba intervenir y cerrar los ingenios menos eficientes, regular la producción de caña a partir de la expropiación de los cupos de producción a los pequeños productores rurales (en la mayoría de los casos forzada), mantener cupos de producción por ingenio, y poner en marcha un plan de incentivos fiscales para la radicación de nuevas industrias. Para principios de septiembre habían sido intervenidos, previa ocupación militar, los ingenios La Esperanza, Bella Vista (reabierto en 1968), La Trinidad, Lastenia y La Florida (reabiertos hacia 1967 para volver a cerrar definitivamente en 1970), Nueva Baviera y Santa Ana. A ello hay que sumar el cierre por acuerdo entre el estado y los propietarios de los ingenios Mercedes, Los Ralos, y San José. Tampoco pudieron sustraerse a la quiebra por falta de créditos los ingenios San Antonio, Amalia, San Ramón y Santa Lucía. Muchos de los dirigentes sindicales más combativos pertenecían a estos ingenios.
Algunas cifras que se produjeron debido a esta situación:

· Más de 9.000 pequeños cañeros habían perdido sus cupos de producción.
· Para 1967 el cierre de los ingenios y la reducción del personal en los otros dejaron en la calle a más de 17.000 trabajadores (un 35% del total de 1966)
· Pequeños comerciantes debieron cerrar sus negocios.
· La desocupación llegó al 10% durante el año 1967 y trepó hasta casi el 15% entre 1968 y 1969.
· Más de 150.000 personas, abandonaron la provincia. Esto sobre una población estimada en 750.00 habitantes.
Esto volvió a generar la toma de ingenios y manifestaciones (muchas finalizaron en choques con la policía) de trabajadores que reclamaban la revisión de estas medidas. Estos estaban acompañados por sus familias y por muchos sectores de la comunidad sensibles a estas luchas (curas, estudiantes, maestros, comerciantes). La represión producida el 12 de enero de 1967 a los obreros de los ingenios Santa Lucía y Bella Vista produjo la muerte de Hilda Guerrero de Molina y con esto se acentuó aun más el nivel de protestas en los pueblos donde se habían cerrado los ingenios.
En 1968 se produjo la fractura de la CGT nacional. Por un lado la “combativa” CGT de los Argentinos (CGTA), liderada por el dirigente gráfico Raimundo Ongaro, y la “burocrática” o “dialoguista” dirigida por el metalúrgico Augusto Vandor. La FOTIA estuvo representada por el dirigente Benito Romano en la primera de ellas.